compartiendo mi ración semanal

El deseo innato de servir a los demás ha sido una constante en mi vida desde temprana edad. Esta inclinación no proviene necesariamente de las enseñanzas de mis padres o de la educación religiosa que recibí en un colegio católico jesuita desde los cinco años. Aunque los valores que me inculcaron en la escuela resonaron en mí, fue mi propia gana y deseo de ver que el bienestar de quienes y lo que me rodea, lo que me impulsó a actuar.

Desde antes de los doce años, buscaba oportunidades para trabajar y también para ayudar a amistades y familiares. Ya fuera en el colegio de bebés de mi mamá o en la ferretería de mi abuelo, que se encontraba a cuatro horas de distancia de la ciudad donde vivía, siempre estaba dispuesto a colaborar en mis vacaciones. Este compromiso con el servicio me llevó a reflexionar sobre el ejemplo de Jesús y su forma de ayudar a los demás.

Jesús no se limitaba a servir a quienes acudían a él en busca de ayuda, sino que también buscaba activamente a aquellos que necesitaban asistencia. Esta lección me impactó profundamente y me inspiró a ir más allá en mis esfuerzos por ayudar a los demás.

Durante mi tiempo en el colegio, donde pasé 13 años de mi vida y me gradué con más de cien compañeros, en las celebraciones de graduación, noté que éramos solo unos pocos los que optábamos por no consumir alcohol. Recuerdo una ocasión en la que un amigo se encontraba en estado de embriaguez y su comportamiento estaba alterando la celebración y a todos los que estábamos en ella. Todos dormimos en el lugar donde estaba ocurriendo la celebración, que era en una casa en un cerro, y a pesar del deseo de descansar, sentí la necesidad de intervenir y asegurarme de que estuviera bien para que todos en la fiesta estuviéramos bien pero lo más importante, para yo poder dormir bien. La siguiente vez que lo ví me abrazó y me dijo que lo que yo había hecho solo lo hacen verdaderos amigos, acepté el agradecimiento y le contesté que la verdad era que yo quería dormir.

Mi mudanza a Antigua Guatemala me llevó a seguir trabajando como barista y bartender. Cuando nos volvimos a encontrar casualmente con mi amigo en Antigua Guatemala, lo invité a mi casa y compartimos un almuerzo sencillo pero significativo, ya que era parte de mis raciones de la semana. Para mí, era solo un momento de camaradería, pero para él, significaba mucho más. Meses después lo volví a encontrar en la calle y me agradeció de una manera que me conmovió profundamente. Me confesó que había pasado días sin comer y que nadie más que yo se había preocupado por ofrecerle algo de comida. Su agradecimiento sincero me hizo reflexionar sobre la naturaleza del servicio y el sacrificio.

Este encuentro reafirmó mi creencia en la importancia de ayudar a los demás, incluso cuando no lo piden explícitamente.

Como cristianos, a menudo estamos dispuestos a ayudar cuando se nos pide, pero rara vez sacrificamos algo significativo por el bien de los demás. Mi experiencia con mi amigo me hizo darme cuenta de la importancia de estar atento a las necesidades de los demás, incluso cuando no las expresan abiertamente.

En nuestra vida, siempre habrá momentos en los que necesitaremos ayuda, pero puede resultar difícil pedirla. Sin embargo, debemos recordar que siempre habrá ángeles dispuestos a ayudarnos, ya sea que los conozcamos o no. La clave está en tener un corazón gentil y estar dispuesto a sacrificarnos por el bien de los demás, siguiendo el ejemplo de Jesús.

Frosty Giruon

Frosty Giruon is a coffee professional, a bit of a nerd, lover of comedy & astronomy, and deeply committed to - family comes first.

Previous
Previous

Dignity of a Name

Next
Next

Freedom to Help Others